sábado, 29 de mayo de 2010

El gusto es mío

Como ya he dicho en varias ocasiones, mi tratamiento es también un proceso de descubrir.

Cada día me doy cuenta de que estoy aprendiendo a encontrar el gusto a las cosas. Bueno, a las cosas y a las comidas.

Puede que sea muy vanal... pero no dejo de pensar en qué puede llevarnos a cocinar los alimentos como lo hacemos los gordos, si la forma saludable de cocinarlos es más apetitosa.

¿Sabe un gordo realmente cómo sabe un buen pescado? Normalmente no. Sabe a aceite, a harina, a patata... a todo menos a pescado. ¿Por qué desvirtuamos de forma tan rastrera la comida? Ejemplos diarios en mi proceso. Cocino un redondo de ternera. Al comprarlo está rodeado de una tira de grasa blanca de cerdo. Quito toda la grasa. Pico cebolla y zanahoria y coloca la carne encima. Añado un poco de sal y una pizca de agua. Después de un rato de horno, un plato delicioso.

Hasta ahora lo que hubiera hecho es: cortar patatas (en vez de verduras), poner encima la carne con la grasa. Bañarlo con una buena cantidad de aceite, espolvorearlo con cientos de hierbas y mucha sal y una vez matado el sabor, asarlo.

No sé por qué lo hacemos. O por qué lo hacía. Pero ahora se que todo tiene una forma saludable y normalmente me gusta, es agradable al paladar, y tiene un sabor nuevo, un sabor puro.

¿Estaremos adulterando nuestra vida de la misma manera que adulteramos la comida? Si quitara todos los complementos innecesarios de mi vida ¿me gustaría más? Lo que es seguro es que quitando distracciones encuentras la esencia... y una vez más mi relación enfermiza con la comida destruye mis posibilidades de vivir plenamente.

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